Y ahora que el verano se acabó, se acordarán los amigos y las amigas del colegio que ahora tienen hijitos e hijitas, de los 15 años durante los cuales me mariconeaban a diario?
O de cómo se jileaban a las chicas, o comentaban sobre su apariencia, o de cómo las puteaban? De cómo armaban las palabras para herir. De cómo se sacaban en cara los affairs de los papás o de las mamás y sobre todo de cómo solían encubrir ignorancia con “humor” para joder a la gente por esto o el otro todos los días.
Yo me acuerdo de mi parte, de lo que dí. Y de lo que recibí. Aprecio que sí hubo alegría y amistad, y discreción en algún momento, pero nos transmitimos tanto sufrimiento el uno al otro.
Los pecados de los adultos los sufren y los pagan los pequeños.
Ahora que empieza un nuevo año escolar, observen cómo el mundo trata a sus engendros y consideren la posición que alguna vez ocuparon o que ocupan (ojalá que no – ya pe’ no se pasen) en el ciclo de abuso y explotación y racismo y sexismo y homofobia y transfobia y xenofobia y lo que sea. Es hora de romper el ciclo.
Si no se chequean la opresión se aprende y lamentablemente, se pasa de generación a generación, apropósito y de casualidad (por demasiada casualidad).
Chequeénse. Es bueno para el corazón y para el futuro.
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